dimecres, 17 de juliol del 2013

La fiesta es aquí. Relato sobre un encuentro

“La fiesta es aquí”…*  Por Nuria Jornet

La casualidad ha hecho que acabe el curso “Feminisme i llibertat femenina” que hemos programado y coordinado desde Duoda para Els Juliols-UB y la Universitat d’Estiu de les Dones de Cornellà (8-12 julio 2013) y empiece el último libro de Diotima, La festa è qui (resultado del Grande Seminario de Diotima, otoño de 2011). Una casualidad que me lleva ya a titular esta crónica personal del curso y del encuentro con esta frase: “La fiesta es aquí”.
Sé que la frase en sí, y quizás más en el contexto que os describiré, tendrá sus reparos y, en la crisis actual, puede dar a entender una pérdida de realidad. Creo que justo lo contrario. Como Chiara Zamboni escribe en el prefacio de este libro: “lo que caracteriza una fiesta es saber poner en común lo que sentimos como bueno y gozoso, a pesar de lo mucho que falta (…), mostrando la dureza [sí] pero indicando contemporáneamente el aparecer de otra cosa” (mi traducción). O el sentido de las palabras de Diana Sartori, en uno de los textos, cuando piensa que quizás la queja femenina de “no formar parte de la fiesta, estar excluidas de la fiesta” puede ocultar el hecho de en “qué” fiesta, y nos invita a pensar que la revolución del feminismo ha sido una gran fiesta durante la que ha acaecido algo de inédito, “una ontofonía creativa capaz de interrumpir el tiempo lineal” y que permite dar un salto (un salto sul posto) “que balza di là dal patriarcato direttamente nel presente”. Y me quedo (fascinada por el texto de Diana) con esta imagen del salto y en especial cuando apunta: “a menudo nos damos cuenta de que hemos saltado cuando el salto está hecho”. Y algo pasa con la libertad, con esa libertad femenina que acompañaba el título de nuestro curso: siempre había estado, pero especialmente después del “salto del feminismo” vemos con nueva luz cuánta libertad ya existía.
Porque la sensación, tras el curso, fue que habíamos dado ciertamente un salto, percibiendo en ese presente, en esa aula, hablando y pensando en presencia, que la libertad femenina estaba ya ahí. Que lo que hicimos, con ese relato a varias voces del “feminismo de la libertad” (nombre que aparece en el documental de La politica del desiderio que me parece afortunado, en el sentido de acertado, oportuno y a la vez feliz y venturoso =María Moliner) fue despertar, acompañar, dar palabras a lo que ya llevábamos.
 
Quiero ante todo, en primer lugar, contar mis sensaciones, para descubriros después palabras y experiencias que vimos, entre todas a la luz de ese descubrimiento de la libertad femenina. Mi extrañeza primera ante un auditorio nuevo para mí –formado mayoritariamente por mujeres de mediana edad, sin formación universitaria, procedentes del entorno social de la emigración de los años 60 en Cataluña-, un cierto desencuentro, leve y sin dureza, ante mi puesta en escena (un tanto rígida en las formas, formas que quizás ellas percibieron ante todo “muy” académicas). Para dejar, sin embargo, algunos puntos que percibí de encuentro y aproximación: por ejemplo, la fascinación por esas Preciosas que inventaron un lugar político, de mediación femenina, el Salón; transformando este lugar central de la casa y desplazando la distinción entre lo público y lo privado que había en su tiempo. Ya ahí, en ese “momento” de las Preciosas, percibí también que mi aproximación en este caso a otro grupo presente, más minoritario, el de las jóvenes universitarias de 18-20 años, iba también a realizarse en la mediación, o mejor, en la necesaria para ellas incorporación de los hombres.
La extrañeza, ajenidad femenina, que yo nombré en algún momento de mi texto y que después retomaría Caroline Wilson para marcar ese corte del llamado “feminismo de la segunda ola” y la creación de grupos, de espacios de mujeres solas, tenía sentido en mi público, pero especialmente en el de las mujeres más mayores, cuando ellas lo llevaban a su experiencia propia: la del grupo, asociación de mujeres de la ciudad, el grupo de teatro, y la fuerza que habían sacado de ese entre-mujeres.

Una de estas mujeres, relató de una manera fuerte y bella, el salto, su salto. El entre-mujeres y en especial la relación con otra mujer, también presente en el curso, le dio la fuerza para hacer un desplazamiento, su desplazamiento. Primero, percibir que su mente (fueron sus palabras elegidas, aunque yo también pondría su cuerpo, cuando, en la relación de confianza con su médica, pudo controlar el número de hijos que quería); su mente, decía, era suya: “mi mente se separaba de la de él” –su marido. Y, a continuación, entablar una mediación amorosa y de intervención en su realidad cruda y nada fácil (matrimonio joven, problemas de alcoholismo de su marido, no independencia económica): marcar unas nuevas reglas del juego, cuidar a su marido (con quien desplegó una capacidad de cuidado, amorosa, que pasaba incluso por cuidar las palabras que lo etiquetaban desde fuera: “no era un borracho, era alcohólico”, atención, como se encargó ella misma de puntualizar).
En ese punto, la intervención de la amiga puso en jaque muchas de las políticas (política segunda) y (ahí estaba yo de nuevo, en parte, solo en parte, sí), algunas de las intervenciones y discursos desde la academia. Su amiga no era una víctima, y no quería entrar en ese discurso, un tanto ya estereotipado de la mujer que sufre violencia y que será, en el marco de ese “discurso”, hecha objeto de, con unas pautas y un hacer controlados por el estado, por el poder, victimizada. No, su amiga, ya se había “independizado”, sí, pero quería mediar en su realidad, con su hijos, con su marido, con sus gestos, con su mirada. No quería etiquetas desde fuera como “hombre machista”, “mujer víctima”.
El relato se cerraba, por parte de su protagonista, con todo un descubrimiento: “el feminismo ha sido demostrarme quien soy yo”, dijo.

Fue en la clase de Pilar Babi, maestra en el arte de dar entrada a la experiencia libre del ser mujer, donde tuvimos el relato de otra mujer, más mayor, que había entrado de lleno en esos protocolos de atención a las víctimas de la violencia. Protocolos que nos mostraban la paradoja de que era ella la que en realidad era “la” controlada, controlada por la policía en sus movimientos, en su ir y venir por la ciudad. Una paradoja sí, pero que no ocultaba la experiencia de ser de esta mujer, su experiencia de transformación interior que la hizo cortar con la dura realidad con la que convivía más de 40 años. Mostrar su salto, dio pie también a que otra, en circunstancias parecidas, se atreviera a decir que ella estaba en camino de esa transformación. En realidad todas descubríamos la experiencia de vivir la libertad de la otra, y esa experiencia nos hacía más grandes. En esa misma sesión, otra mujer, trazó sin casi ser consciente de ello, su experiencia de creación, con más de 20 años a cuestas, de una empresa, con su marido, a su medida. En su relato (“llamé a las trabajadoras y les dije: ¿qué horarios queréis? (…) “Mi marido me dejaba…y yo hacía”) descubrí algunas de las invenciones de las nuevas empresa femeninas, del presente, y percibí ese entrar entera, el ser mujer, en los contextos del trabajo.




Fue todo un proceso compartido, que duró los cinco días del curso: descubrir y poner palabras a esas experiencias, y darle un sentido político. Difícil y complejo a la hora de saltar o ir más allá de algunos puntos que eran realmente fuertes en el trayecto y en el currículum de estas mujeres: el sentido de clase, la queja o el lamento (no encuentro las palabras adecuadas) por no haber podido estudiar (y de ahí un sentimiento encontrado, contradictorio, por las mujeres que sí lo habían hecho y mostrando, quizás en exceso, su ignorancia y su inferioridad no exenta sin embargo de una cierta rebeldía e incluso orgullo por poder estar aquí, en el aula). Y, en el contexto actual de crisis, el lamentar y revindicar la pérdida de unos derechos -sanidad, educación trabajo…- (y de ahí una llamada, un grito, a la política del poder, y a las mujeres políticas).  
En mi manía de empezar también los libros por el final, capté enseguida una frase potente dicha por Federica Giardini, en el Grande Seminario: “(…) lo que se trata de hacer ahora es consumar el luto de los privilegios tenidos en el patriarcado”. Quizás no afino suficiente la traducción ni el sentido de sus palabras en su contexto, pero ahí detrás hay también el gesto de aprovechar la crisis para dejar caer, crear algo nuevo... Pero sin duda ahí també aparece el miedo, el no saber qué va ocurrir, y seguramente el rechazo de una parte del grupo de mujeres, alumnas de este curso, recriminándome mi posición “privilegiada”. ¿Dinero?, ¿trabajo más o menos seguro? Sí, seguramente. Pero hay otras muchas cosas, negativas, que han cambiado en mi lugar de trabajo, en la universidad, y que también son producto de este final lacerante del capitalismo y del patriarcado.

Quiero poner ahora, para finalizar, algunas de las imágenes y palabras que mis compañeras de curso pusieron en el aula para acompañar y desvelar, como os decía al principio, lo que ya existía.
Fue especialmente bonito lo que Pilar Babi llamó (retomándolo a su vez de Carmen Yago) “el velo de la miseria femenina”; quitar ese velo, descubriendo la trampa, la lupa que lee la realidad desde los ojos patriarcales. Y descubrir lo que no está ocupado por el patriarcado. La última sesión de Núria Beitia, con esas invenciones y prácticas políticas contemporáneas (Madres de mayo, Città felice…) y mi primera sesión, retomándolas del pasado (Hortensia, Christine de Piza, Sança de Nápoles, Agnès de Peranda, Aldonça de Bellera), mostró algunos ejemplos, encarnó algunas de estas fundaciones y espacios no ocupados o desvalorizados por el patriarcado.
El trabajo con Remei Arnaus nos llevó a una práctica de partir de sí, trayendo al aula lo que ha llevado el feminismo de la libertad en la educación. Ese pensar y nombrar una experiencia educativa, cada una en su pasado más o menos reciente, satisfactoria y no satisfactoria, nos permitió dar palabras y nombrar las mediaciones primeras, y poniendo en el centro lo que llevaban en un movimiento de dentro a fuera.
Con Clara Jourdan fue especialmente importante situar en el aula el “final del patriarcado”, nombrado por las mujeres de la Librería de mujeres de Milán en 1995, y al final de su intervención fue fecundo también poner la cuestión femenina junto a la cuestión masculina, y el trabajo en las relaciones de diferencia. Tanto en su texto, como en la proyección del documental después, fue central la necesidad de nombrar, poner en palabras. Estábamos ya en el punto medio del curso, y creo que ya percibíamos todas lo que Clara nos advertía al principio de su intervención: poner la diferencia femenina a pensar (la diferencia sexual pensante) y que el ser mujer tenga sentido y dé sentido a la realidad (os diré que al día siguiente, intervendrían algunas de las mujeres que os he comentado ya).
Con Caroline Wilson fue muy importante dar cuenta que de ese proyecto moderno, basado en la ley-estado, en la ciencia (en esa fiesta, que diría Diana) habían sido excluidas las mujeres. Y como algunas primeras mujeres, feministas, del siglo XVIII, como Mary Wollstonecraft, y algunos nombres de la generación mujeres del XIX en España, habían empezado a luchar por participar, entrar en ese proyecto, construido a medida de los hombres. Aunque también fue importante descubrir, en algunas de ellas, auténticos gérmenes de proyectos y de relación entre mujeres poco estudiados o visibilizados (como el propio trabajo pedagógico de la Wollstonecraft o los textos contra la guerra de Vera Brittain, que enlazaba con esas mediaciones femeninas en el conflicto o el valor de la paz duradera en Christine de Pizan que yo había presentado el primer día).
Hasta aquí esta desordenada crónica de lo que fue y de mi experiencia.


* Dedico este texto a mis compañeras de curso: Caroline Wilson, Clara Jourdan, Gloria Luis, Pilar Babi, Remei Arnaus y Núria Beitia. Y el apoyo técnico y audiovisual de Amparo Chumacero. Para las dos primeras, escribo en este castellano un poco apurado…  

divendres, 12 de juliol del 2013

Apúntate al curso "La diferencia sexual como pensamiento y política"

La diferencia sexual como pensamiento y política

Dra. Caroline Wilson, Duoda (Universidad de Barcelona)


En el aire hoy hay algo que pide nombrar la experiencia de las mujeres, para dar vida nueva a una cultura, la cultura moderna masculina, que ha llegado al final de una crisis larga. Esta asignatura/curso online ofrece una síntesis atractiva, rigorosa y sencilla de la esencia y del uso que podemos encontrar hoy para el pensamiento y la política que se ha desarrollado en el mundo occidental a través del deseo de muchas mujeres de traer al mundo tanto el sentido libre de la diferencia sexual como también de traer la libertad femenina al mundo común de mujeres y hombres.


·         Precio: 150 Euros, abierto a todas y a todos. Curso de extensión universitaria. 4 créditos ECTS. Online.

·         Del 21 de octubre 2013 al 21 diciembre 2013. Idioma: Inglés (Saber leer inglés es esencial. Se puede responder en inglés, castellano, catalán o francés).


Programa

1: Introducción. La historia, ideas y limitaciones del proyecto feminista de la Ilustración, un legado genealógico que, sin embargo, puede necesitar transcenderse.

2: Luce Irigaray. Una invitación y un desafío. Las ideas principales de la obra inicial de Irigaray y su impacto y significado.

3: Diótima y La librería de mujeres de Milán. El nacer de una política arraigada en el pensamiento y práctica de la diferencia sexual. Una historia y el análisis de sus primeras exploraciones y figuras políticas.

4: El desarrollo de esta política y pensamiento. La genealogía. La autoridad femenina como práctica política. El partir de sí. La política del deseo.

5: El orden simbólico de la madre. La política del simbólico.

6: El trabajo sobre el negativo.

7: La trascendencia y la libertad.





Para más información y matricula: duoda2@ub.edu