dimecres, 25 de setembre del 2013

Cuéntanos tu experiencia



Duoda, el cultivo de un jardín                                                     


               * Por Aura Tampoa Lizardo
Transitar Duoda, implicó, reconocerme en complicidad con la vida y sus fluctuaciones. Ver hacia dentro/hacia la madre, desnudarme del lenguaje “prestado” (al cual le tenía pavor) para volver a la lengua de la carne. Esa lengua es un jardín, alberga símbolos como las plantas, únicos, perfectos, de gran potencia sanadora.

El cultivo de las palabras requiere detenimiento, disposición para el asombro, recuerdo y olvido, así, simultáneos. Mi detenimiento comenzó por la visión, dando origen a la lectura reveladora de la realidad, desde ella, cada imagen es relación. Sentarte a admirar tu jardín es, confesar el asombro ante los milagros del ser, respirar, sentir cada movimiento ajeno como parte de ti, comprender las transiciones de las moléculas que somos, comprender por qué nos desafinamos, porque las plantas vibran, suenan, así como las palabras.

Detenerse en el jardín y hurgar ¿Qué sucede cuando somos ruido? ¿Es cierto que todo ruido carece de armonía? ¿Es cierto que toda muerte carece de belleza? ¿Existe la verdad? ¿Y, si existe, por qué nos prohibieron hablar de ella?

Pues sí, leer la existencia en lengua materna conduce, indudablemente, a la verdad. Al encuentro con las palabras de verdad. Al llegar a este punto, la fidelidad a ellas es fidelidad a ti misma, de modo que, cualquier otro lugar de enunciación parece un sueño pesado, una borrosa pesadilla.

Duoda, las maestras de Duoda, van soltando destellos que iluminan el jardín sobre el cual reposa tu corazón, su suavidad nos enseña a leer, a mirar siempre como la primera vez: libres de razón y plenas de amor. 

 

(Fotografía: Georgia Pintando de Tony Vaccaro)

dijous, 5 de setembre del 2013

Descubriendo la Revista Duoda


                                                        *Por Daniela Amigo Arancibia

Me han encomendado la tarea de presentar la revista Nº 43 de Duoda, sobre el “Feminismo de las más jóvenes”, y sin saber aún si soy apta o no para hacerlo, ya que para mi la escritura es como una montaña rusa que a veces me lleva a la cima recóndita de mi ser mujer y otras veces me lleva a lugares donde me reprimo, creo que me encuentro en un momento de mi vida en que veo el feminismo como algo fundamental que mueve mi vida y le da sentido.
Antes que todo debo agradecer a Duoda, por haberme abierto un claro de luz al final del camino y a mis compañeras y profesoras, que me han aportado a la construcción de lo que hoy es mi feminismo gracias a las charlas y lecturas.
Recuerdo que el año pasado no tenía muy claro qué era el feminismo de la diferencia, ni tampoco sabía si haría el máster. A pesar de esto asistí al seminario de primavera y algunas ideas comenzaron a tener sentido. Venía llegando de Chile, mi país, bastante cansada de todos estos movimientos de “igualdad de género”, con miedo de decirme feminista porque esto involucraba que me miraran con cierto rechazo, por esto, tomé esta oportunidad de venirme a Barcelona, como una forma de encontrar algo que buscaba, algo que sabía que me faltaba, ya que me sentía vacía y tenía certeza de que necesitaba algo más.
Como he dicho al principio, Duoda ha sido para mí un claro de luz al final del camino, porque me ha llevado a reconocer y reconocerme en relación con otras mujeres, que están en una búsqueda parecida a la mía o que ya han encontrado estos claros de luz y que hoy con amor y sabiduría han sabido entregárnoslos para construir en conjunto.
He descubierto la revista cuando me puse en contacto con Duoda. En un comienzo me fue muy extraño, ya que creo que es primera vez que veo lecturas en primera persona, creando teorías en relación y sin determinantes. Vengo de una enseñanza muy normada, incluso en la universidad donde la teoría sólo existe si la han escrito grandes pensadores. Por esto la revista me generó gran curiosidad y al leerla me he encontrado con gratas sorpresas.
Sus distintas autoras han logrado unir todas estas experiencias personales para construir una nueva teoría. Teoría que no es normada ni exclusiva, sino que teoría en movimiento, teoría en primera persona y contrastada en relación. Esto ha hecho que me pueda identificar en ella, porque tienen relación directa conmigo, han logrado poner en palabras cosas a las que antes no sabía cómo nombrar, aunque sabía que existían porque ya las vivía, pero no las sentía validadas. Eran palabras atadas en un simbólico que intentaba reprimir y que hoy han sido libres.
El camino para reconocerme como mujer y feminista ha sido largo y arduo, ha conllevado un trabajo interno de reconocimiento y autoridad. Soy joven, aún queda mucho por avanzar, pero estoy consciente y segura de que voy por buen camino. En este avanzar he ido encontrándome con estas pepitas de verdad pura a las que aludía Virgina Woolf, las que me han guiado para reconocerme feminista y poder decirlo hoy sin miedos ni ataduras.
Hoy para mí el feminismo es inevitable, es como si fuera parte de mí, por lo que siento que no puedo decirme mujer sin decirme feminista. Tengo amigas que aún no entienden esto, lo que a veces me frustra porque siento que están tan atadas a este simbólico patriarcal sin darse cuenta de que no es su espacio. Ellas se saben incómodas pero no logran reconocerse en su ser mujer.
Quizá para mí este no ha sido un camino tan complejo, puesto que vengo de una familia donde quién establecía las normas era mi madre y mi padre obedecía. Ambos han sabido desde su posición, entregarnos el amor y el vínculo, y desde esta posición desigual de poderes dentro del
hogar, cumplir con la función de crianza que a cada uno se le ha encomendado de forma diferenciadora. Mi padre desde la protección y la sabiduría y mi madre desde la relación y la confianza.
Desde niña supe que la mujer era la que ponía orden y mandaba, quien administraba el dinero y el hogar, aunque fuera mi padre quien trabajaba. Ante esto, mi cambio tuvo que ser al revés de muchas, ya que con esto, mi madre siempre me inculcó que los hombres no valían nada, que eran insignificantes y que sólo servían para entregar el dinero, por lo que yo, no les debía obediencia ni respeto. Esto para mí, en un momento fue destructor, porque tomé las palabras de mi madre al pie de la letra, ya que desde adolescente veía mi relación con hombres desde un plano igualitario, y no dejaba que ninguno de ellos traspasara los límites que mi madre había dado. Luego en la juventud tuve mis primeros novios e intentaba establecer relaciones de jerarquías con ellos, donde yo mandaba y ellos obedecían, porque pensaba que si yo podía hacer algo ellos debían hacerlo y de igual forma. Llegué a un punto en que no me sentía dentro de mí, en que el ser mujer me provocaba una especie de peso sobre las espaldas, porque era mucha la carga de tener que llevar el poder, porque esto “del poder y las jerarquías” a mí no me gustaban, no las veía necesarias para lograr relacionarme. Este fue el momento de contradicción con mi madre, donde por un lado la amaba y por otro, sentía que se equivocaba al educarme.
En este momento, ya un poco más grande y con un poco más de experiencia sobre mis hombros, comprendí que mi madre me enseñaba esto con todo el amor que ella podría entregarme, porque no quería que yo, su niñita, pasara por las mismas situaciones angustiantes y terribles que ella pasó, y claro, desde su forma de ser tan impulsiva, quizá no me lo decía de la mejor forma. Al entender esto, supe que mi madre me amaba con un amor infinito y de aquí a reconocerla en autoridad no me fue tan difícil, fue un acto liberador tanto de mí como mujer como de mí como hija.
Creo que esto ha sido también lo que me ha llevado a buscar este camino y a sentirme feminista en tanto mujer, puesto que creo que es un abrir y cerrar de puertas constante en donde me encuentro y me retraigo como una especie de reflejo. La revista de Duoda, en esta edición sobre “El Feminismo de las más jóvenes”, me ha aportado mucho también a esto. El escuchar relatos hechos carne en mujeres jóvenes al igual que yo, representadas y validadas por saberes y experiencias comunes es muy alentador.
Es encontrar guías y autoridad también en nuestra generación, que vaya que somos muy distintas a nuestras grandes luchadoras feministas de antaño, a las que debemos reconocimiento y autoridad también, puesto que han sido quienes nos han llevado a lo que somos hoy. Pero esto también nos ha llevado a reconocernos y validarnos en nuestra nueva forma de ver y crear feminismo, porque si bien somos jóvenes, hemos aprendido a aprender de nuestras antecesoras y de intentar continuar con su legado, pero ya desde otro parámetro.
Al igual que Elena Álvarez Gallego, en su texto “Un claro espera allí en el bosque, siempre, para nosotras”, veo también mi feminismo ya no como reivindicación, porque creo que la reivindicación ya la han logrado o por lo menos han luchado por ella, aquellas feministas que han seguido esta forma de lucha. Por tanto, creo que ahora el paso está en otra parte, en la revolución de la política del deseo, como lo han hecho aquellas mujeres que han trabajado por el feminismo de la diferencia, por tanto fortalecer nuestras relaciones y entregarles autoridad creo que es la vía, y aunque a veces siento que puede resultar a la vista un tanto pasiva, creo que es transformadora, porque transforma desde nuestra necesidad como mujeres, desde nuestro simbólico femenino, lo cual nos transforma desde las entrañas.
Éste y otros dos textos que hoy forman parte de la revista nº 43 de Duoda, “El Feminismo de las más jóvenes”, aportan desde diferentes miradas a la forma en que hoy las mujeres jóvenes vemos nuestro feminismo. Como ya he mencionado, desde mi experiencia me identifico mucho con lo que indica Elena Álvarez, en la forma como identifica la libertad, atribuyendo su autoría y entrega a nuestra madre, ya que es quien nos entrega nuestra libertad al nacer. Nos entrega también su experiencia sobre las nuevas formas de relación que se entrelazan en las parejas jóvenes, donde el reconocer la dependencia contribuye a crear un más para la relación. Esta forma de entregar nuevos significados a palabras tan llenas de carga patriarcal, nos libera y me libera en lo particular, ya que me da la posibilidad de re significarlas en femenino, desde lo positivo y lo relacional. Lo que nos da libertad y creatividad para construir desde aquí, desde la relación, desde el amor y ya no, como he dicho, desde la reivindicación. Esto es creo, el mayor aporte que podemos hacer a nuestra generación las mujeres jóvenes.
En directa relación con la libertad femenina, está la libertad sexual, a la cual creo que nuestra generación le atribuye mucho significado, Elena Álvarez lo habla también en su texto y Chiara Zamboni lo introduce también desde su mirada como profesora. Desde mi percepción, siento a veces que confundimos la libertad entregada por nuestra madre con la libertad sexual. Ambas son positivas y dependen de cada una de nosotras y del significado que cada una le atribuya, pero creo que sólo nos apoderamos de la libertad sexual cuando hemos encontrado nuestra propia libertad femenina y presiento que nuestra generación y las que preceden buscan encontrar en la libertad sexual, un simbólico perdido y en esta búsqueda se confunden y engañan con lo entregado por el mundo masculino.
En la revista encontramos también, un hermoso texto titulado “Un elipse entre Eros y Escritura”, donde Aura Tampoa nos cuenta su experiencia al reconocerse feminista y cómo durante este camino el mantenerse en relaciones de affidamento con otras mujeres la llevó a reconocerse y atribuir autoridad, lo que forjó su camino para identificarse como mujer y en tanto mujer feminista.
Este es un camino que muchas recorremos a lo largo de la vida, y creo que nuestra generación ha aprendido a darle importancia a la experiencia que se vive en relaciones de affidamento con otras mujeres, que se constituyen en nuestras guías. Esto reafirma lo que dice Aura en su texto, y es que somos Ontológicamente feministas.
Otro texto dentro de la revista que me hizo mucho sentido al leerlo, ya que en él me reconocí en vivencias muy comunes, fue “Y así, me hice mujer”, de Erika Irustra, ya que aborda el feminismo vivido desde su experiencia de hija y con cómo se mezcla el imperativo de ser quien soy con el imperativo que nuestros padres y madres esperan que seamos, lo que genera cambios en nuestra vida, en principio de rebeldía con ciertas caracterizaciones determinadas y luego de entender estos cambios como condición natural de nuestros cuerpos, reconociendo que nuestro cuerpo siempre vuelve al origen, al cuerpo de nuestra madre. Por lo tanto, al igual que Erika no concibo el feminismo sin el cuerpo.
La revista de Duoda, sin duda, y como ya lo he dicho, nos abre un espectro de experiencias mancomunadas, vividas de forma distinta desde cada extremo del mundo, pero que mantienen lazos comunes, que nos identifican y nos llevan a reconocer autoridad en las relaciones que concretamos con aquellas mujeres con las que nos vinculamos. Para mí, el poder entender las relaciones con otras mujeres desde un punto distinto, desde un punto libre de expresión de cada una con su ser mujer en relación, ha sido aclarador. En este momento, cada una de las autoras al igual que mis maestras y compañeras de Duoda, se han convertido en pequeñas pepitas de oro, que me han enriquecido como mujer y como feminista.
Ya estoy próxima a volver a mi país, ahí casi al fin del mundo, donde me llevo todas estas pepitas de oro para poder sembrar más en las mujeres con las cuales trabajo. Me voy llena de ilusión y con una visión muy transformadora, y no porque quiera transformar, porque quién soy yo para hacerlo, sino porque yo ya me he transformado.


Daniela Amigo Arancibia
Trabajadora Social