dimarts, 9 de desembre del 2014

Reseña de libro: Luisa Muraro, La indecible suerte de nacer mujer.Madrid: Narcea, 2013.ISBN978-84-277-1909-5

Non è da tutti. L’indicibile fortuna di
nascere donna.
 

*María milagros Rivera Garretas



Esta obra, cuyo título se podría traducir como No es cosa de todos. La indecible suerte de nacer mujer, es un balance del feminismo autónomo del último medio siglo, autónomo porque dependiente de la relación mujer con mujer, no del principio, falso porque inalcanzable, de igualdad o unidad de los sexos. Es una obra que empieza como un libro enfadado que, según va haciendo él mismo luz, aligera la ira y cede ante lo  femenino libre, lo cual, aunque siga siendo casi indecible al final del libro, precisamente por eso resulta de una grandeza mucho mayor que los motivos, todos justificados, de la ira.

El enfado deriva de una escena de frustración vivida por la autora quizá a principios de los años setenta del siglo xx, una escena que, hasta hoy y a pesar de todos los cambios, se sigue viviendo: una mujer llega a un lugar hasta entonces masculino e intenta entablar diálogo, a veces violento, desde su sentido libre del ser mujer. El intento es vivido por ellos (y por algunas mujeres) como un enigma incomprensible, ya que te han hecho el favor de abrirte su puerta. Ella, exasperada por no poder despertarles a la realidad política nueva que está ya en el mundo y, también, por su propia imposibilidad de decirlo a oídos que quería que no fuesen sordos, busca su propia expulsión del lugar que le ha sido abierto y da el paso decisivo de apartarse de todo aquello e irse a hacer política de lo simbólico entre mujeres que han elegido serlo.
Pero este paso decisivo no es entendido en el libro como un final sino como un nuevo inicio: un nuevo inicio, en el presente y no cuarenta años atrás, de la política sexual y, con ello, de la política. Los siete capítulos que componen la obra son un esfuerzo enorme y yo creo que exitoso de reinauguración de la posibilidad de convivencia libre entre las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. Lo es porque la obra desenmascara impecablemente el odio patriarcal hacia las mujeres que tanta cultura occidental (pues habla de esta) ha intentado tapar, un odio que va unido a muchísimo dolor masculino, y, casi sin contradicción, se pone a hablar de libertad femenina y de relaciones entre mujeres y entre mujeres y hombres, hasta llegar suavemente, como hace una que de los choques ha sabido sacar política pura, a plantear la pregunta que da título al capítulo final: “¿Para qué sirve que las mujeres sean independientes de los hombres?”.

Imagen de G. Luis Peralvo
Con la sorpresa de que la respuesta (que queda inconclusa) no es una apología de la independencia femenina sino el descubrimiento, en términos actuales, de que para una mujer que quiera estar en el centro del mundo, la independencia simbólica está en la dependencia libremente escogida, no en la independencia del hombre: dependencia que es del amor, no del sexo masculino ni tampoco del poder que este sexo quiere ahora compartir con las mujeres para que el poder como estructura pensante de nuestro mundo postmoderno no decaiga. “La independencia que vale no es la que solo dice yo y no: cuando hace falta, hace falta y se dice, pero no termina ahí. Pertenece, en realidad, al orden de lo posible, no en sentido puramente lógico: lo posible que hace ser y que acrecienta las posibilidades a nuestra disposición hasta la posibilidad de un amor de sí que no es egoísmo, de una libertad que comienza con la libertad ajena.”(p. 124)

Porque sigue siendo todavía hoy en muchos sitios, por ejemplo en clase entre las muy jóvenes, una cuestión debatida si es o no es el amor lo que pierde a las mujeres.
Las emancipadas dicen que sí, las otras meditan y callan.

La lectura de este libro lleva a sentir que a las mujeres el amor las pierde para que ellas se ganen: se ganen poniéndose en el centro de la política perdidas en la genealogía materna.
Perdidas del apego al yo y de la subjetividad individual, dos cosas que Occidente necesita perder para obtener ganancia política y relacional. Lo indica el subtitulo del libro al poner el acento en el nacer mujer más que en el serlo. Lo indica también, aunque más oscuramente, el título, al atreverse a decir, recogiendo la frase de una trabajadora inmigrante en paro, que el nacer mujer no es cosa de cualquiera: “Voy a preparar la comida, os deseo lo mejor, queridas mujeres, sacad los bisontes [sic] que llevamos dentro, somos mujeres, no es cosa de todos”. (p.12)

Por el camino entre la opresión, la independencia y la dependencia libremente elegida, el libro toca de varias maneras el asunto dificilísimo de la existencia de la mujer. Lo hace magistralmente comentando el poema de Wislawa Szymborska Przy Winie (“Junto a un vaso de vino-“), poema que trata de una mujer que conoce la felicidad colgándose de la mirada de su él, para encontrarse al cabo de un tiempo, cuando no tiene delante la mirada masculina, hecha una larva, como un clavo sin 
cuadro en una pared. Porque aunque Eloísa deshizo este hechizo en el siglo XII y por eso la guardamos en la memoria, un hechizo que consistía en separar lo Femenino de las mujeres vivas y reales, sigue habiendo mujeres, no se sabe cuántas, que deciden adecuarse a lo femenino fantaseado por hombres, un femenino desustanciado y cautivo de una mirada antropófaga, perdiendo realidad. Tal vez siga ocurriendo esto porque, como el propio libro explica con la escritura perfecta y rica en ejemplos de Luisa Muraro, para las mujeres la felicidad es una necesidad de la propia existencia, no una posibilidad entre otras de análogo valor.












Luisa Muraro, Non è da tutti. L’indicibile fortuna di nascere donna. Roma: Carocci, 2011, 126 págs.